RINCÓN DEL 7 (2011-2012) IN MEMORIAM

Las pisadas quedaban inscritas en una mezcla de barro y sangre que salpicaba de manera furibunda ,marcando el avanzar de aquel General en jefe ,que con unos ejércitos considerados como malditos por su propio pueblo, acababa de derrotar a la máquina más perfecta de matar que hasta esa fecha había pisado campo de batalla alguno. En su avanzar por aquel neófito camposanto, iba dejando a derecha e izquierda vestigios de perfectas formaciones pasadas y extraordinarias arrogancias que elevaron su ego hasta que la muerte les colocó en su sitio, como si de un golpe con maza se tratara. Allí estaban extendidos los que no aguantaron la primera y terrible embestida de los elefantes y, pese a que él había ordenado una ingeniosa maniobra de habilitar un pasillo por donde aquellas terribles bestias pudieran pasar para morir al final del mismo o retornar contra sus propias líneas presas del pánico, arrasaron a su paso todos lo que delante de ellos resistían, quedando aplastados sin poder hacer nada, excepto elevar su último pensamiento a sus seres queridos, implorando a sus dioses que fueran clementes con el futuro devenir de sus familias. Sin embargo, el destino del Procónsul, uno de los dos elegidos por Roma en aquel año 205 a.c junto a Licinio Craso, era otro. En su mente, repasaba cada segundo de aquella batalla, quizá la más gloriosa en la que había participado por su resultado final, pero sin duda la más sangrienta y despiadada de las que había tenido el honor de combatir. Sin embargo todo mutó cuando llegó a su destino. Allí mismo tendidos en el suelo, se encontraban los cuerpos de sus oficiales más cercanos, los que mejor le habían servido, los que habían formado gran parte de su estado mayor. Gente que dio su vida por su General, sabiendo que tendrían muchas posibilidades de caer en el envite, ante una fuerza superior y mejor armada. Nada de eso importó. Se entregaron con todas sus fuerzas, inteligencia y voluntad a la misión que se les había encomendado, y murieron cumpliendo con su deber. Murieron en paz. Ahora su General les despedía como si de familiares se tratara. La conclamatio le correspondía hacerla a él, y fue él, Procónsul de Roma, quien con todo su ejército puesto en pie, fue gritando a los cuatro vientos los nombres de cada uno de sus oficiales caídos, uno a uno, con la esperanza de encontrar una respuesta que sabía no se produciría. Después, se agachó para coger una antorcha y, mientras las lágrimas recorrían su cara en busca de la desembocadura final que les llevaría a mezclarse con la mixtura de sangre y barro sobre la que estaban formados, la acercó hasta las primeras ramas que formaban la pira funeraria más grande que Roma jamás vio. Ni siquiera los gritos unánimes de sus hombres bautizándole como Africanus de hace unos minutos, glorificándole por su victoria, le levantaban el ánimo. Era el momento de ellos, sus oficiales. Era el momento del homenaje.

Resulta difícil homenajear a quien entregó la vida luchando por la misión que se le encomendó, quién, a pesar de las dificultades, supo mantenerse firme al timón que nunca falla y quién, como debemos recordar, fue compañero en los campos aunque estos no fueran de batalla. Cuando los equipos perfilan sus fichajes y los presentan a su afición, cuando la pretemporada está a punto de llegar a su cúspide, sonó el bombazo en forma de traspaso de la temporada: Álvaro Triana se nos cambiaba de equipo, pasaba a engrosar las filas del equipo Campeón de campeones, y nos dejaba con el sabor de esa afición que ha disfrutado de un genio y que sabe que tarde o temprano será traspasado a un equipo de los denominados grandes. En nuestro fuero interno, los que le conocimos, teníamos la sensación de que estábamos disfrutando de alguien muy especial, alguien que disfrutaba cada segundo de esta vida y que siempre tenía una palabra amable para quien se acercaba a él. Álvaro nos ha dejado. El vestuario no volverá a ser el mismo sin él. Las pachangas que disfrutábamos juntos no tendrán ya el mismo sabor. Sin embargo, todos somos conscientes que cuando un jugador nuestro ficha por un equipo grande, el mejor de los equipos, tenemos que alegrarnos por él, porque sabemos que en el fondo, está jugando donde él más ansiaba y encima disfruta del mejor césped y los mejores compañeros de equipo ¿Quién podría desear más? Álvaro lo ha conseguido. Ha sido el fichaje del verano.

Desde ahí arriba, desde la cúspide de quien está en el mejor equipo del universo, Álvaro no se olvidará de nosotros. Recordará sus orígenes y, como las grandes estrellas de vez en cuando se asomará para echar una mano a quienes fueron sus compañeros, sus amigos, y acudirá cuando más le necesitemos.

La semana pasada se celebró el Torneo de clausura de la temporada pasada. Todos éramos conscientes de que se trataba de algo especial. Millones de momentos se agolpaban en nuestra memoria. Hubo quienes saltaron al campo portando un brazalete en memoria de Álvaro. Hubo quien no puedo saltar al campo roto del dolor. Sin embargo, al finalizar el maratón futbolístico todo el Retamar futbolístico se unió en torno al recuerdo vivo de quien estaba realmente allí y elevó una plegaria por su alma. Fue un momento impactante, un recuerdo imborrable que se perpetuará cada vez que nos pongamos la casaca y saltemos al campo. Álvaro, como las grandes figuras, estará ahí.

Si al finalizar la batalla de Zama sonaron los nombres de Lucio Marco Septimio, Quinto Terebelio, Sexto Digicio, Mario Juvencio, Cayo Valerio,… cada vez que pisemos el verde de las praderas retamarianas un nombre vendrá a nuestra memoria, acudiendo a él para que nos enseñe a vivir como lo hizo siempre, con su eterna sonrisa que tanto nos llenaba: Álvaro Triana ¡Hasta siempre, hermano!

 

Andy/7

Alvaro In Memoriam!

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